Vivimos creando una curiosa paradoja: conocemos lo nuevo partiendo de lo ya conocido. Ya hemos hablado alguna vez de que tenemos nuestra peculiar forma de manejarnos por el mundo: asignamos nombre o etiquetas a las cosas y a partir de ahí, dejamos de ver las cosas para ver los nombres. Es el pensamiento abstracto. Esto, indudablemente, nos facilita manejarnos por el mundo con rapidez, no tenemos que estar a cada paso analizando cada cosa que nos encontramos para determinar lo que es. Ahora bien: convertirlo –como lo hacemos- en algo permanente, va limitando poco a poco nuestro universo, puesto que constantemente “tiramos” del pasado, de lo ya conocido, para conocer cosas nuevas... Así, difícil es que veamos las cosas tal y como realmente son porque siempre están contagiadas por nuestra experiencia previa, y difícil es también que sepamos apreciar la vida en todas sus facetas.
Y así, llega un día en que las personas ya no quieren lo nuevo, tienen su mundo tan fijado, tan reducido y apoyado en unos cimientos tan profundos que si una novedad rompe sus esquemas, atenta contra sus etiquetas más primigenias, contra las concepciones que pusieron la primera piedra de sus creencias, entonces, temen que se derrumbe el edificio de su existencia. Ya no quieren crecer más. Lo que queda entonces, es envejecer, porque la vida no se detiene.
Y así, llega un día en que las personas ya no quieren lo nuevo, tienen su mundo tan fijado, tan reducido y apoyado en unos cimientos tan profundos que si una novedad rompe sus esquemas, atenta contra sus etiquetas más primigenias, contra las concepciones que pusieron la primera piedra de sus creencias, entonces, temen que se derrumbe el edificio de su existencia. Ya no quieren crecer más. Lo que queda entonces, es envejecer, porque la vida no se detiene.
Es tan buena costumbre dedicar un rato al día a intentar mirar lo que nos rodea como si no lo hubiésemos visto nunca... descubrirás nuevos matices en tu propia casa, en los colores, en el ambiente, en las hojas de los árboles que caen en un parque… descubrirás un mundo nuevo más allá de lo acostumbrado y podrás disfrutar enormemente de cosas comunes, encontrando la magia tal y como lo hacen los niños. Y es de ellos de quienes podemos aprender a reeducar nuestra mirada.
Big habla de Josh (David Moscow) un niño que desea ser grande y ve su deseo concedido. Tom Hanks interpreta maravillosamente al niño metido en un cuerpo de adulto. "Big" va del descubrimiento de la vida que hace Josh, pero creo que –sobre todo- va del descubrimiento de la vida que hacen quienes rodean a ese Josh de 13 años convertido en “grande”. Asistimos a una de las secuencias más famosas: la del piano. Joseph pasea con el Sr.MacMillan (Robert Loggia), su jefe y dueño de una fábrica de juguetes por una exposición… (por favor, no dejes de fijarte en el reparo inicial del Sr. MacMillan ;)g
Mi deseo para este nuevo año es que los adultos seamos capaces de dejar un poco a un lado esa seriedad y ese aire de superioridad que nos caracterizan y podamos adquirir la suficiente humildad como para dejar que los niños nos enseñen lo que un día olvidamos, y que con su visión clara y nueva nos ayuden a comprender lo grande que es la Vida. Es en ese conocimiento donde se esconde nuestra felicidad más profunda... ¡¡Feliz 2012!! Gracias, miles de gracias, por seguir ahí, danzando en este rincón del universo :)