sábado, 25 de junio de 2011

Celebrar

Las personas que han estado en misiones humanitarias alejadas del “primer mundo” suelen coincidir en contarte que alucinaron al volver a casa, abrir el grifo y que saliera agua. ¿Te has parado a pensarlo? Es un milagro, no sólo que haya agua, sino que se almacene y se conduzca a través de kilómetros y kilómetros de tuberías para ti, para que tú puedas levantarte por la mañana, saciar tu sed y despejarte debajo de un buen caudal. Si realmente te paras a pensarlo un poco cada vez que te metes en la ducha, aparecerá el agradecimiento en ti, sentirás con mayor intensidad la placentera sensación del agua tibia sobre tu cuerpo… y si dejas tus sentidos inmersos en ella, tu mente se aquietará, se amplificarán el agradecimiento y el placer, y empezarás cada mañana con una celebración que te habrá llenado de energía.
¿Y cuándo te haces un café? ¿Te has detenido un instante a recorrer el camino que ha hecho hasta llegar a ti? Ese café ha necesitado sol, tierra, aire, agua estable y no torrencial, ausencia de plagas, el mimo de sus agricultores (si es de comercio justo sobre todo), las manos que lo han transportado, las que te lo han vendido, el trabajo que has realizado para comprarlo... Si te fijas, puedes ver el universo entero en un solo grano de café. ¿No es  otro milagro que esté en tu cocina? ¿No quieres celebrarlo?
Puedes pasar el resto del día fijándote en los pequeños milagros cotidianos, y verás que la vida está llena de ellos. Que tienes tantas cosas que agradecer, tantas cosas que celebrar… que quedará menos espacio para sufrimientos sin sentido. Prueba, sólo se trata de estar un poco atento, y tendrás motivos para sonreír a cada paso del camino.
Hace poco que mi abuela ha cumplido 90 años. Nadie se los echaría. Está llena de alegría, de risa, de amor. Los da a raudales porque algo le dice que es su tarea. Le duele todo el cuerpo, pero no deja una sola caricia por dar. Fue ella, que vivió una larga guerra en Madrid y una eterna post-guerra, quien me enseñó de muy pequeña el inmenso placer de la ducha por la mañana, la vida que comparte una flor, el gozo simple y puro de observar una puesta de sol. Fue ella la que era capaz de bañarse entre risas conmigo en el mar en pleno otoño mientras el resto del mundo se llevaba las manos a la cabeza, la misma que hoy me pide que le explique cómo funciona todo esto de internet, porque siempre quiere saber. Por eso no puedo sino dedicarle este post a ella, Oliva, que me enseñó la danza y que aún hoy me sigue sorprendiendo con sus extraordinarios pasos de baile.
(Imagen fuegos artificiales:tungphoto)
Licencia de Creative Commons
Danzando con el Universo by Almudena A. Muñoz is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
Based on a work at danzandoconeluniverso.blogspot.com.