viernes, 12 de julio de 2013

Límites y Yoga


Viene a clase desde hace tres meses. Es una chica guapísima. Tiene 34 años, hace cuatro le tuvieron que poner una prótesis lumbar porque uno de sus discos intervertebrales había desaparecido por completo. Fue una operación complicadilla. Venía de haber practicado “Bikram-Yoga” durante algo más de un año que le había ayudado a poder moverse un poco más y soportar los dolores. Pero  llegó a mi clase el primer día cargada de tristeza, “yo hacía gimnasia rítmica y ahora mira”- me decía. En las flexiones hacia adelante apenas podía avanzar, me miraba y me decía “no puedo”. Si en alguna postura el resto de alumnos se quedaba con la cabeza muy cerca del suelo, o llegaba hasta él, la suya estaba a” kilómetros”. Le pedí, como pido a cada rato a todo el mundo, que encontrase su límite, lo aceptase y se entregase a él, la invité a explorarlo, porque de eso trata el Yoga, esté donde esté ese límite (eso es lo de menos). La estuve observando, me di cuenta de que sus pies delataban una enorme contracción en la cadena muscular posterior.

 En la clase siguiente, en la primera flexión hacia adelante ella volvió a mirarme con angustia: “no puedo”. Me senté frente a ella y le pregunté dónde notaba la tensión que le impedía avanzar, si en la lumbar o en la parte posterior de los muslos. Se quedó unos instantes observándose con los ojos cerrados. Los abrió y su mirada había cambiado por completo, era de asombro y estaba llena de esperanza: “aquí”- me indicó señalando sus músculos isquiotibiales (en la parte posterior de las piernas). Le expliqué lo que estaba pasando: la limitación no estaba donde ella pensaba ni era producida por lo que ella había asumido. La falta de movilidad tras la operación y su tendencia psicológica a cargar la tensión en la parte posterior de su cuerpo, eran, muy probablemente, los responsables de haber contraído mucho sus isquiotibiales…  y ellos eran los primeros que estaban restringiendo ese movimiento, todo era cuestión de estirarlos y  trabajarlos… Le indiqué posturas de sustitución para algunas de las que hacíamos  y que a ella no le convenían, además de estiramientos para casa.

Se lo tomó en serio,  y en pocas clases, en una flexión hacia adelante pude ver su cabeza bastante cerca del suelo… había recorrido un camino tremendo en tan sólo un par de semanas. Me miró con una de esas sonrisas por las que mi trabajo merecerá la pena siempre. Sus isquiotibiales habían empezado a ceder, y el límite que ella pensaba, se había esfumado. Evidentemente una prótesis lumbar va a restringir en buena medida ciertos movimientos, pero no tanto, ni mucho menos, como los que ella pensaba, como los que había asumido sin más.

Los límites nos abruman, y se hacen peores de lo que son porque no estamos acostumbrados a explorarlos, queremos superarlos sin más, sin conocerlos… El Yoga te llevará a tu límite continuamente, te invitará a quedarte en él y explorarlo,  y ahí es donde realmente te conocerás a ti… y  las cosas irán cambiando poco a poco, porque de entrada, cuando aceptamos un límite, éste, de alguna manera, empieza a disolverse.

 Te invito a que analices si tus limitaciones son de verdad, son reales o las asumiste hace mucho sin más… Probablemente, como a esta chica, te pase que te des cuenta de que en buena parte, son falsos. Conócelos de verdad y acepta la parte que es real, el Yoga puede demostrarte que en el límite real se puede llegar a estar a gusto. Muy a gusto.

(Respecto a que en más de un año de práctica de un tipo de yoga nadie fuese capaz de decirle que tenía una gran contracción de la cadena muscular posterior… no tengo palabras, creo que sobran)
 
 

sábado, 6 de julio de 2013

Emociones y Yoga

Noto tensión en el plexo solar. Eso significa que no estoy dejando fluir una emoción... Paro, me tumbo si puedo, respiro hacia la tensión, aflojo... Doy permiso a lo que quiera que sea que suba, sin miedo, dejo que viva, lloro si hace falta y sigo. Sé que pasará si la dejo vivir.
Eso es Yoga. Me paso la vida enseñando a hacerlo y cuando toca aplicarse el cuento, sigo aprendiendo. Es otra manera de vivir... sin huir del presente. Porque luego todas esas emociones no enfrentadas que generan tensiones, se van quedando en ellas, el músculo pierde capacidad de relajarse del todo, va tirando de tendones y huesos. Y los cuerpos, poco a poco, se van deformando... Se acaban convirtiendo en un montón de emociones no enfrentadas que generan dolores físicos donde sólo tuvo que haberlos psíquicos... Así es, así funciona. Estoy cansada de verlo. En cambio a mi maestra Pila, a sus ochentaitantos, jamás le dolía nada.

Porque todo eso es evitable con un buen Yoga, que a base de asanas (posturas) o, como en este caso, simple toma de conciencia mediante la respiración, permite liberar el sistema musculo-esquelético, perder miedos y soltar amarres. Seguir siendo flexible como cuando eras niño, dejar de cargar con emociones desfasadas. En definitiva, volver a abrirse a la vida en toda su plenitud. Porque merece la pena, todos sabemos que en el fondo es demasiado bella como para perdérsela.

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