Viene a
clase desde hace tres meses. Es una chica guapísima. Tiene 34 años, hace cuatro
le tuvieron que poner una prótesis lumbar porque uno de sus discos
intervertebrales había desaparecido por completo. Fue una operación
complicadilla. Venía de haber practicado “Bikram-Yoga” durante algo más de un
año que le había ayudado a poder moverse un poco más y soportar los dolores. Pero llegó a mi clase el primer día cargada de
tristeza, “yo hacía gimnasia rítmica y
ahora mira”- me decía. En las flexiones hacia adelante apenas podía
avanzar, me miraba y me decía “no puedo”. Si en alguna postura el resto de alumnos
se quedaba con la cabeza muy cerca del suelo, o llegaba hasta él, la suya
estaba a” kilómetros”. Le pedí, como pido a cada rato a todo el mundo, que
encontrase su límite, lo aceptase y se entregase a él, la invité a explorarlo, porque
de eso trata el Yoga, esté donde esté ese límite (eso es lo de menos). La estuve
observando, me di cuenta de que sus pies delataban una enorme contracción en la
cadena muscular posterior.

En la clase siguiente, en la primera flexión
hacia adelante ella volvió a mirarme con angustia: “no puedo”. Me senté frente a ella y le pregunté dónde notaba la
tensión que le impedía avanzar, si en la lumbar o en la parte posterior de los
muslos. Se quedó unos instantes observándose con los ojos cerrados. Los abrió y
su mirada había cambiado por completo, era de asombro y estaba llena de
esperanza: “aquí”- me indicó señalando sus músculos isquiotibiales (en la parte
posterior de las piernas). Le expliqué lo que estaba pasando: la limitación no
estaba donde ella pensaba ni era producida por lo que ella había asumido. La falta
de movilidad tras la operación y su tendencia psicológica a cargar la tensión
en la parte posterior de su cuerpo, eran, muy probablemente, los responsables
de haber contraído mucho sus isquiotibiales… y ellos eran los primeros que estaban restringiendo
ese movimiento, todo era cuestión de estirarlos y trabajarlos… Le indiqué posturas de sustitución
para algunas de las que hacíamos y que a
ella no le convenían, además de estiramientos para casa.
Se lo
tomó en serio, y en pocas clases, en una
flexión hacia adelante pude ver su cabeza bastante cerca del suelo… había
recorrido un camino tremendo en tan sólo un par de semanas. Me miró con una de
esas sonrisas por las que mi trabajo merecerá la pena siempre. Sus
isquiotibiales habían empezado a ceder, y el límite que ella pensaba, se había
esfumado. Evidentemente una prótesis lumbar va a restringir en buena medida
ciertos movimientos, pero no tanto, ni mucho menos, como los que ella pensaba, como los que había asumido sin más.
Los
límites nos abruman, y se hacen peores de lo que son porque no estamos
acostumbrados a explorarlos, queremos superarlos sin más, sin conocerlos… El Yoga
te llevará a tu límite continuamente, te invitará a quedarte en él y
explorarlo, y ahí es donde realmente te
conocerás a ti… y las cosas irán cambiando
poco a poco, porque de entrada, cuando aceptamos un límite, éste, de alguna
manera, empieza a disolverse.
Te invito a que analices si tus limitaciones
son de verdad, son reales o las asumiste hace mucho sin más… Probablemente,
como a esta chica, te pase que te des cuenta de que en buena parte, son falsos.
Conócelos de verdad y acepta la parte que es real, el Yoga puede demostrarte
que en el límite real se puede llegar a estar a gusto. Muy a gusto.
(Respecto
a que en más de un año de práctica de un tipo de yoga nadie fuese capaz de
decirle que tenía una gran contracción de la cadena muscular posterior… no tengo
palabras, creo que sobran)