"El valor no consiste sólo en vivir en ausencia de miedos. Se trata, ante todo, de vivir con el coraje de enfrentarse a ellos."

A las
pocas clases me contó la razón de por qué le ocurría: había estado en varias
terapias antes, y en la última habían forzado recuerdos reprimidos a subir a la
superficie. Uno de ellos empeoró las cosas: “vi una mancha negra que se me llevaba… se me llevaba… no te lo puedes
imaginar, era un pánico ancestral… no lo pude soportar… No sé qué hay dentro de
mí.”. Su terapeuta no había sabido qué hacer con ese recuerdo y tuvo que
dejar la terapia. Y desde entonces vivía aterrada con su interior.
Pero si
había llegado hasta mis clases y seguía viniendo era porque ella misma sabía que la única
solución estaba en enfrentarlo. Tuvimos una sesión individual, yo le hice
algunas preguntas y a los pocos minutos llegamos a una etapa de su infancia de
la que no recordaba nada:
- ¿Nada? ¿No recuerdas nada?
- No
- Pero algo tienes que recordar, una
imagen, un sonido… algo.
- Bueno, sólo recuerdo cuando me operaron
de las anginas…
- Y ¿qué recuerdas de eso?
- Pues sólo la mascarilla de goma negra de
la anestesia que venía hacia mí…
Ahí
estaba…
- ¿Qué has dicho?
Me lo
repitió de corrido y sin pensar:
- Que sólo recuerdo la mascarilla de goma
negra de la anestesia viniendo hacia mí…
- ¿Y cómo era la goma?
- Negra… En ese momento su cara
cambió, y pude ver la comprensión en sus ojos muy abiertos y sorprendidos.
- Ahí tienes tu mancha negra que se te lleva.
- Nunca lo había relacionado... estoy... estoy flipando... No lo había relacionado...
Y así
es, no relacionamos cosas obvias porque en nuestros recuerdos permanecen rotas,
separadas. Una niña de 6 años vio la mascarilla de goma negra en un momento de miedo
y después perdió el conocimiento. Suficiente para no poder gestionar ese
recuerdo: todo el terror quedó guardado en imágenes ligeramente deformadas y la
sensación para el inconsciente fue de muerte; por eso el pánico que ella
describía como “ancestral”. Después de la operación todo el mundo esperaba de
ella que siguiese como siempre, y así lo hizo. Pero el terror quedó profundamente
enterrado… Y muchos años después empezó a molestar… probablemente porque ya
estaba lista para procesar el recuerdo que en su día no pudo procesar. Así
sucede. Así sucedió en su caso.
Ha
pasado un año. Ayer mismo la felicité. Su ansiedad ha mejorado notablemente y
ahora disfruta explorando su mundo interior; viene mucho a clase y cada día
descubre algo de sí misma. Como nos ocurre a todos, tiene mucho por conocer… pero poco a
poco el camino del autodescubrimiento va disipando los miedos y permitiendo que
el presente, nuestro regalo, fluya con todo su brillo.
No
dejes que miedos obsoletos te impidan respirar un ahora nuevo. Son sólo nubes.
Deja que llueva con mimo, y se irán. El sol te espera detrás. Siempre.
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(Imagen: DanzandoConElUniverso)
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