miércoles, 1 de diciembre de 2010

Elsa & Fred (Marcos Carnevale, 2005)

Entregarse a la vida, eso que hacemos tan espontáneamente cuando somos niños, se va haciendo más complicado a medida que nos aferramos a cosas externas a nosotros. El cerebro va perdiendo plasticidad con el tiempo, capacidad de asumir cosas nuevas, de cambiar… ¿pero esto es realmente así? ¿o sólo es una consecuencia fisiológica de la identificación con el ego? Si no estoy abierta a las cosas nuevas, sólo me queda aferrarme a las viejas, con lo cual mis circuitos neuronales de siempre se refuerzan, día tras día. En cambio, si me da por aprender algo nuevo, un nuevo circuito neuronal ha de aparecer, y la energía que gasto en crearlo y reforzarlo después, la resto de un viejo patrón. Por eso hay teorías que apuntan a que una buena forma de dejar un hábito dañino es generar un hábito positivo nuevo y alimentarlo (dicen que son 21 días los que el cerebro tarda en fijar un nuevo patrón neuronal y convertirlo en hábito).
Pila, mi octogenaria maestra de Yoga, abre su centro cada nuevo curso cambiando algo, ya sean las cortinas o estanterías, o pinta las puertas. Cuando yo tiemblo del esfuerzo en una postura complicada, ella fluye con tanta serenidad y ligereza como va aceptando los cambios que le va trayendo la vida. La entrega desde un interior sereno la hace centrarse en el momento presente y disfrutarlo siempre, porque siempre se da cuenta del milagro de estar aquí. No vive de pre-ocupaciones, vive del ahora y se ocupa de las cosas cuando llegan.
Ocurre que cuando dejamos que la serenidad emane desde dentro y no la buscamos fuera, el mundo se vuelve más sereno. No hay que olvidar que el mundo es lo que percibimos, no hay una persona idéntica a ojos de dos extraños. No hay dos personas que perciban una misma situación de idéntica forma, porque llevan todo el peso de su experiencia personal encima. Igualmente ocurre que cuando el amor y el disfrute de la vida fluyen desde el interior, encontramos amor en los rincones más insospechados, o alegría en los momentos más difíciles.
Me gusta Elsa, porque es un terremoto que sacude a Fred. Me gusta Fred porque comprende que cumplir un sueño merece la pena siempre, hasta en el último momento. Siempre estamos a tiempo de hacer algo nuevo y volver a fluir con la belleza de la Vida.
El sueño de Elsa era ir a la Fontana de Trevi, porque le fascinaba La Dolce Vita y su escena del baño nocturno en la fuente. Ahí está, viviendo el presente, el amor y la vida:
                                             
Por cierto, qué grandes los personajes que nos dejó Manuel Alexandre… Le acompaña China Zorrilla como Elsa.

2 comentarios:

  1. ¡Es genial tener a nuestro niño siempre despierto! La rutina no existe cuando vives conscientemente las 24 horas del día.
    Me gusta tu blog!!

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  2. Cierto :) Muchas gracias, lo mismo digo del tuyo ;)

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